La canela es una especia que se obtiene del Cinnamomum verum. Se trata de un árbol de hoja perenne con aspecto de arbusto que pertenece a la familia Laurel, y se considera que es nativo de Sri Lanka y la India. Sus hojas y su corteza externa son muy olorosas, pero lo realmente valioso es el interior del árbol. Cuenta con una corteza interior aromática que se pela fácilmente en capas finas. Estas preciadas hojas se atan y se dejan secar para que formen los rizos marrones que conocemos. Asimismo, también se vende en piezas pequeñas o en polvo.

¡Se puede utilizar el árbol de la canela completo! Normalmente, la corteza externa se usa para llenar los rizos de canela. La corteza, las hojas y los capullos de las flores se pueden destilar para obtener aceites esenciales de distintas intensidades.

-Su fragancia cálida y especiada relaja y revitaliza. Para algunas personas, es un emblema de las festividades de invierno; para otras, un afrodisíaco.
-Tiene unas propiedades antibacterianas y antihongos bastante potentes, lo cual viene genial para la piel, el cuerpo y el cuidado bucal.
-Dependiendo de la concentración, puede tener un efecto calor en la piel si se aplica tópicamente, lo que ayuda a estimular la circulación sanguínea y a reanimar los músculos cansados.

En su momento, la canela fue una de las especias más raras y caras. Los egipcios ya se dieron cuenta de sus potentes propiedades antimicrobianas y la usaban para embalsamar y para conservar la comida. Durante la Antigüedad y la Edad Media, se usaba para dar sabor a los platos, en ritos religiosos, en medicina o en perfumes... y nada de eso ha cambiado en la actualidad. Resulta interesante comprobar que una parte del mundo ve la canela como algo picante para dar sabor a la comida mientras que otra lo liga con lo dulce.